Mónica Lavín, mientras escribía

Foto: Socorro Chablé

“Las escritoras siempre estamos buscando las palabras con que apresar una emoción”, señala Mónica Lavín durante el encuentro que sostuvimos en una sala del Centro de Convenciones Siglo XXI, en el marco de la Feria Internacional de la Lectura Yucatán (FILEY) 2023, el pasado 16 de marzo, en la ciudad de Mérida.

Ella es una de las autoras mexicanas más reconocidas de los últimos años, ha recibido varios premios a nivel internacional y entre sus libros pueden mencionarse: “Ruby Tuesday no ha muerto” (1996), “Café cortado” (2001), “Leo, luego escribo” (2001), “Doble filo” (2014), “La línea en la carretera” (2018) y “Camila y el cuadro robado” (2019), entre otros.

Con motivo de promover “Últimos días de mis padres” (2022), su obra más reciente, la escritora mexicana me platica sobre la vida, la muerte, la orfandad, el duelo y la escritura. Celebrar la vida de sus padres es uno de los motivos que llevan a Mónica Lavín a indagar en su memoria para recordar momentos familiares, para reflexionar la relación que sostuvo con ellos y para escribir las palabras exactas que descifran su emoción. A continuación, presento la conversación que sostuvimos.

—¿Podrías platicarme las razones para leer “Últimos días de mis padres”?

—Traté de hacer una reflexión del estado de la orfandad —la cual habité de pronto—, de la memoria familiar, los recuerdos y la muerte. Tenemos una relación con nuestros padres y una historia, por lo que me pregunté ¿Cuál era mi relación con mi madre y padre? ¿Qué llevo de ellos en mí? ¿Quiénes eran ellos? Con la escritura quise comprenderlos porque para mí escribir es tener ese espíritu de comprensión, porque no sólo son nuestros progenitores, en realidad, son personas complejas, con sus claros oscuros y quise darles ese tratamiento de personajes como son los protagonistas literarios, donde no sólo son buenos. Los y las lectoras pueden encontrar en esta obra retazos de mi memoria, es una historia personal, diferente a otros proyectos, es un acercamiento a la relación de vida y pérdida que tuve con mis padres. En este libro hice un trabajo de encontrar las palabras idóneas para hablar del dolor o la alegría y creo que eso puede sentir el lector, que le comparto palabras para sus propias emociones.

—Este libro surge para nombrar, sentir y comprender la pérdida de tus padres, ¿consideras que esta novela es parte de tu proceso de duelo?

—Este libro lo empecé a escribir un año después de la muerte de mi madre. Cuando fallece mi padre todavía vivía mi madre, entonces yo tenía un propósito en el cuidado de su dolor, de la ausencia de su pareja y, de repente, cuando ella no está, el vacío se recrudece, entonces hay una necesidad de comprender la ausencia, la vida y la pérdida. Sí es parte de mi duelo, como escritora tengo la fortuna y el privilegio de poderlo hacer nombrando, encontrando, hurgando en la memoria; eso para mí resultó muy reconfortante porque lo volví un asunto literario donde también importaba la estética.

—En el sufrimiento muere una parte de nosotras y nace otra, ¿qué transformación hay en Mónica Lavín después del proceso de duelo tras escribir “Últimos días de mis padres”?

—Me dio paz. Mientras escribía me permití encarar el momento, cuando todo estuvo sucediendo, se tornó muy confuso todo, entonces la escritura y la distancia me hicieron perseguir la claridad. Me di cuenta de otras cosas, de lo que no hice, de lo que no miré a tiempo, muchísimas reflexiones ocurrieron. Es un despellejarte, como si mudaras de piel, pero a la vez iba colocando a mis padres en su sitio, es decir, dejarlos en un lugar dignificador, porque para mí dejar a los padres en su sitio no es una cripta. Mientras escribía la novela sentí que visité a mis padres, dejándolos en un lugar necesario para mí y luego entonces pude retomar la vida. El proceso de duelo es más largo de lo que uno se imagina y esta escritura entró en ese proceso que primero pasó por otras etapas y luego me sosegó como si hubiera tenido una última conversación con ellos, porque la muerte se lleva la conversación, se acaba el diálogo, como dice un amigo, te quedas hablando sola, pero al escribir yo no estaba hablando sola, tuve una oportunidad de conversar con ellos, lo cual me dio serenidad. Ahora cuando me preguntan ¿Qué vas a escribir? Contesto que algo muy alegre.

—La escritura es una herramienta de vida para narrar nuestras historias, me parece que fue tu aliada en tu proceso de duelo.

—Sí fue como un aliado porque comprendí que ya no era nada más la hija que se dolía y que tenía ciertas obligaciones postmuerte, sino era la hija escritora afrontando el proceso de despedida. Con la escritura quería comprender cómo y cuándo sucedieron las pérdidas de mis padres, lo tenía que transitar por medio de la escritura. También para dignificar la muerte en el hospital porque ahí es más fría, suceden cosas que quitan cierta humanidad, calidez y relación. Entonces la escritura me devolvió la paz.

—Comentas que esta novela es muy personal y diferente a otras obras que has realizado, ¿cómo ha sido escribir sobre tu historia familiar y tus recuerdos íntimos?

—Fue muy interesante como proceso de escritura porque aquí es un libro que se escribió totalmente distinto a los demás, en una novela yo tengo un plan, diseño a los personajes, tengo una libreta de anotaciones, aquí ni siquiera tenía libreta de planificación, todo era la memoria, no sabía cómo iba a convocarla, no sabía qué iba a pasar la siguiente jornada de trabajo, sí tenía claro los días del hospital, los detalles muy precisos, de repente me levantaba y decía ¡Tengo que contar esto! Porque algo me lo había asociado, fue una escritura asociativa y libre.

—¿Cómo es el proceso creativo de Mónica Lavín?

—Prefiero escribir por las mañanas, no soy nocturna, a las 10:00 pm ya soy inservible. Me parece que al amanecer cuando no has hablado con nadie, cuando eres nueva para el día como que la cabeza está en sus historias, siempre con un café a las 7 u 8 am estoy lista para escribir con una libreta en mano si es una novela, voy diseñando, tomando apuntes, dudas, y tengo otra libreta de cuentos porque a veces estoy escribiendo novela, pero se me atraviesa un cuento. Puedo agregar música clásica, pero al poco rato me olvido, porque estoy metida en el texto. Lo que sí necesito hacer es parar cada 45 minutos y caminar, es parte de mi día y de mi proceso de trabajo, en la caminata resuelvo cosas o dejo que lleguen ideas. No hago jornadas muy largas de escritura, escribo 3 horas, no soy de las que escribe y al día siguiente vuelve a leer todo para seguir, ¡no! Leo el último párrafo y me sigo, no quiero voltear para atrás, voy como cabalgando porque siento que ya agarré el tono, cuando tenga la versión completa es cuando tengo que corregir.

—Mónica, ¿alguna vez ha tenido el bloqueo creativo?

—Sí, por eso escribí “Últimos días de mis padres”, tenía ideas en una libreta, pero no me interesaba sobre lo que tenía anotado, escribir una novela es que te llame tanto la historia, lo suficiente para la incertidumbre de haber cuánto te tardas y a ver cómo te queda porque toda novela te pone a prueba, te pide otro lenguaje, entonces tenía una especie de bloqueo con la pérdida de mis padres, porque claro, tenía que procesarlo, mudar de piel y entonces encarar lo que sigue.

—¿Cómo lidia una escritora con la frustración?

—He aprendido que no hay que tomárselo personal, es más difícil la frustración después de cierta trayectoria. Lo que demuestra todo el tiempo el ejercicio de la escritura es que cada nuevo proyecto es un riesgo distinto, yo creo mucho en el trabajo de los editores, te protegen y una tiene que saber verse en su proceso, reconocer que a veces es mejor esperar, regresar, pausar, no aferrarse, una necesita aprender del propio proceso de escritura y que hay cosas para el cajón. Yo tengo cosas en el cajón.

—Para finalizar, ahora que mencionas que tienes cosas en el cajón, ¿qué les dirías a las mujeres que anhelan escribir?

—Que no tengan miedo, en la escritura una no se equivoca, siempre se los digo a mis alumnos, estamos viendo cómo logramos el mejor efecto, lo mejor de nosotros, la intención de nuestro texto, cómo hacemos que la prosa se pula y eso toma tiempo. Hay que estar dispuestas al riesgo, a la exposición, a la mirada de los demás, la autocensura es lo que no nos podemos permitir y el miedo es autocensura.

Arline Bojórquez
Licenciada en Historia por la Universidad Autónoma de Yucatán, diplomada en tanatología y fomento a la lectura. Actualmente estudia la maestría en psicoterapia humanista. Colaboradora del libro "Gesto y espacio: permanencia y arquitectura en Yucatán" (Segey 2015) y autora de la columna Tribu F en el diario Novedades Yucatán. Es creadora del taller Journaling & escritura terapéutica dedicado a mujeres que desean encontrar su voz y compartirla con el mundo. Contacto: arlinebc@hotmail.com/Instagram: arlinebc