Nueva normalidad, sociedad, cultura y salud. 2020 ¿Instinto o Voluntad?

Una confianza inconsciente en nuestra propia inmortalidad, es la causa de gran parte de nuestra destructividad.

Terry Eagleton. Gran Mánchester, Inglaterra,1943, crítico literario y de la cultura británica

De todos los males de la humanidad, el desamparo ante nuestra naturaleza biológica es uno de los más potentes, la conciencia de vislumbrar el camino que viene nos vuelve tremendamente vulnerables y el miedo de enfermar o morir, nos va aplastando la fortaleza. Esta vulnerabilidad resulta un tanto incongruente, pues tal pareciera que también el miedo de vivir nos está asustando, y el “susto” tiene que ver con que la vida como la conocíamos, se ha ido difuminando en una nube de incertidumbre, y nuestras certezas del diario quehacer ya no son certezas, los pasos a lo desconocido que tenemos que dar hoy en día, van resultando decisiones incomodas que tomar, ante un panorama dónde no tenemos nada asegurado.

Pareciera que estuviéramos dentro de una especie de rompecabezas, donde sólo nos falta una pieza para poder terminar de armarlo, pero en lugar de encontrarla aparecieran máquinas enormes de esas que se usan en la construcción —ya saben ustedes: trituradoras, aplanadoras, ruidosas, inclementes e implacables—, que pretenden pasarnos encima, y que nos hacen correr a escondernos tratando de tomar de la mano a los seres que más queremos, impidiendo terminar nuestro juego.

De entre las capacidades que la humanidad ha desarrollado a lo largo de la historia, la de ayudar a los demás de manera desinteresada, ha sido quizá la primera forma de respeto y amor, tratar a los demás de la misma forma que queremos que nos traten, es uno de los sentimientos más nobles, y colaborar en lograr un bien común es uno de los principios de la solidaridad y del establecimiento de las civilizaciones.

Si nos asomamos a esa gran ventana mundial que son las redes sociales, podremos comprobar que el mundo entero está deseando enterrar a este molesto, pálido, flaco, apestoso, horroroso visitante, que ni ser vivo es, y habremos visto que en todas las mesas del planeta, y en todos los brindis compartidos desde los balcones —alejados unos de otros—, se levantaron las copas para desear que en el siguiente brindis de Año Nuevo, al fin, podamos darnos  un beso, un abrazo, una caricia literalmente con lo que sea y con quien sea, a la medianoche del 31 de diciembre 2021.

Esta nueva normalidad que se va haciendo vieja, sin realmente haber sido estrenada, nos hace sentir un gran anhelo de que ya podamos volver a amanecer en un día benévolo, donde podamos olvidar lo pasado recientemente y podamos emerger de las cáscaras de nuestras envolturas, habiendo cambiado de piel y pudiendo volver a gozar de esa muy apreciada libertad.

Pudiera sonar a pensamiento mágico; sin embargo, no lo es, nuestro propósito actual es ir lentamente pisando luces de esperanza, que irán tímidamente iluminando el camino de regreso, después de haber vencido los vericuetos y laberintos de realidad que la emprendió contra nuestra humanidad, y fue asestándonos golpe tras golpe. Es cumplir un reto que está en no reconstruir el pasado, sino en construir un verdadero futuro. No podemos esperar la vacuna salvadora para que vuelva el pasado. La solidaridad humana deberá descubrir que hemos inaugurado una época nueva y deberá tomar la estafeta no para reconstruir lo que ya se perdió, sino para construir nuevos paradigmas adecuados a estos nuevos tiempos.

Sin embargo, con preocupación veo que en algunas personas se mantiene el ánimo de aferrarnos a la trinchera de las costumbres, permitiendo que las cosas ni cambien ni se transformen, personas que en actitud de miedo, terquedad y agresividad encubierta en “valemadrismo”, toman actitudes de desafío que parecieran desear que este horror se prolongue. Gente que después de todo, siguen sin encontrarle un verdadero sentido a su vida y, sin remedio, persisten en sus posturas negligentes, llenas de rencores y odios hacia sí mismos y hacia los demás, sin saber que hasta el aleteo de una mariposa, puede cambiar el ritmo del mundo y, que por tanto, son esenciales para la solución de este problema pandémico.

Es por tanto “de vida o muerte” determinar si debemos seguir actuando por instinto simple de supervivencia, o si tenemos la voluntad de poner “manos en acción” para contemplar la vida y su sentido, y avanzar hacia ese importantísimo logro mundial.

Ante la aceptación, así, en general, de nuestra propia mortalidad, no podemos seguir negando que nuestra singularidad es dañina. Es preciso entender que somos tan vulnerables como los demás y que somos excepcionales para nosotros mismos, así, en solitario, y únicos responsables de nuestra supervivencia, uno por uno.

Si tomamos la epidemia como una bifurcación de caminos, tendremos que hacer en este inicio de año, una profunda reflexión de que el 2020 tuvo demasiados momentos, en que no pudimos lograr ni lo planeado ni mucho menos lo anhelado, pensemos en lo que tuvimos que dejar de hacer y en las rutas que no pudimos tomar y coloquemos esos pensamientos en su justa dimensión, para entender nuestros propios deseos y los fundamentales para la vida que eran.

Si están aquí y ahora, frente a estas líneas, es porque su Ser Superior no los requirió aún a su lado. ¿Entonces? ¿Ese viaje frustrado era inaplazable? ¿Esa remodelación era sí o sí? ¿Conocer esa playa era lo más vital? O cualquier ejemplo que quieras añadir de lo que era “fundamental” en sus vida. Si me estás leyendo, verás que pudiste ya completar nueve meses sin cumplir los “propósitos de año nuevo” del 2020 y que los fuiste canjeando por preservar tu vida.

Claro que puede haber frustración y posiblemente han luchado mucho en su interior por alcanzar la aceptación, pues lo que tramábamos hacer, ya no existe. Se quedó flotando en estos días de “no tiempo”, días que han transcurrido sólo porque sale y se pone el sol, días en que nuestro mejor empeño se han reducido a prestar atención sólo en las pequeñas cosas; incómodos días sin poder hacer proyectos, donde ha cobrado significado lo doméstico, que de tan rutinario lo hacíamos en automático, pensando en la agenda del día de mañana, días de encierro en que hemos convivido con la evasión, la desesperación, el dolor por innumerables pérdidas y la ira, y la impotencia de sólo poder contemplar todos los males pasar, sin poder realmente resolver nada.

Hemos seguido pendientes de los demás, hemos hecho redes invisibles de afecto “con sana distancia”, hemos entendido que el mensaje más importante de esta pandemia es que debemos cuidarnos y que debemos cuidar a otros, no sólo a los cercanos, sino también a los lejanos, quizá aun a aquellos cuyos nombres no conocemos, porque debemos entender que “No salir, es preocuparse por uno, y que ir haciendo estos altos es beneficiar a alguien igual de mortal que yo, aunque se encuentre en otra parte del planeta”.

Luchar por ese anónimo desconocido, es desplegar una conciencia, que no es el viejo internacionalismo de las luchas para que no haya fronteras, ni es tampoco el cosmopolitismo europeo ya añejo. Luchar en este año, es desarrollar una capa nueva de la conciencia planetaria, que deberá crear una nueva circunvolución en nuestros cerebros. Es un cambio cuántico que nos permitirá entender que existe un hilo de plata universal de energía que nos une y que nos hará ver que nuestras decisiones individuales afectan a los que no conozco pero que son igual de vulnerables que yo.

Es ponernos uno a uno delante de un camino no transitado que incluye no repetir los errores del pasado, es poner con luces de colores ese hermoso lema, que con grandes letras leí en sus muros, cuando acudí a mi primera sesión Rotaria en Yucatán, es Dar de sí antes de pensar en sí y se beneficia más quien mejor sirve.

La pandemia se decretó porque el virus es peligroso, no porque el virus sea relevante, lo relevante es su inherencia con la realidad, las decisiones individuales que tomemos, nos encontrará en este inicio de año, en la épica del “No hacer”: no salir, no abrazar, no abarrotar estadios, ni salas de fiesta, bares, o fiestas familiares. Estamos ante la nueva gloria de aprender a tener el cuidado hacia los demás, de saber que el bienestar no es un estado de ánimo personal sino una forma de la vida en sociedad.

Aristóteles distinguió a la felicidad de otros valores instrumentales como el poder y el dinero porque La felicidad no puede ser individual, ya que se deriva de asistir a los otros, por lo tanto, es una virtud de la vida en común. Y no hay que confundirla, como dice Eagleton, con la intensidad”, que a su decir es El frenético goce de aprovechar el día, recolectar capullos de rosa, beber un vaso extra de vino, y vivir como si no hubiera mañana, la intensidad es una estrategia desesperada para burlar a la muerte, buscar inútilmente engañarla en lugar de hacer algo con ella, en su hedonismo frenético, rinde homenaje a la muerte que intenta repudiar. A pesar de toda su bravura, es una visión pesimista.

Al final del día, habremos hecho una narración del camino que hemos recorrido con mucha fuerza de voluntad, y en el enero del 2022, diremos —Dios mediante—, aquí estoy, enfiestado para abrazarte y besuquearte por un año nuevo más, mientras disfruta este recién estrenado año, abrazando virtualmente a los demás, como yo lo estoy haciendo contigo amable y hermoso lector y bella lectora. Feliz Año Nuevo 2021.     

Médico Cirujano y Partero por la Escuela Superior de Medicina del Instituto Politécnico Nacional en la Ciudad de México D.F. Diplomada en Derechos Humanos y Políticas Públicas y diplomada en Biomusicoterápia y en Psicología Transpersonal, áreas que han sido fundamentales para conocer la naturaleza de la condición humana. Fue Directora General del Centro de Salud con Hospital Materno Infantil de Mérida (1992), Responsable Jurisdiccional de los Programas de Prevención del VIH/Sida, Desastres Naturales, y del Programa de Atención Amigable para las y los Adolescentes (1994), Directora de la Unidad de Salud “Melitón Salazar” del Ayuntamiento de Mérida en el marco del Programa UNI-Mérida, programa líder en la Educación de los Profesionales de la Salud que prioriza a la comunidad, patrocinado por la Fundación W.K. Kellogg (1995) y Directora General del Centro De Atención Integral Para Menores En Desamparo CAIMEDE, DIF Yucatán. Ha tenido también presencia en los medios de comunicación como locutora durante 9 años en el Programa Radiofónico “La Barra Ciudadana” en Cadena RASA, y también fue conocida la “Doctora Corazón” en el programa “El Gurú del Amor”, del Grupo SIPSE, en la estación 100.1 de FM “La Nueva Amor”. Asimismo, fue conductora y productora del programa “Sabiduría del Corazón”, en Cadena RASA, diseñado para aconsejar sobre el amor verdadero, el bien común y la justicia social. De 2004 a 2020, fue editorialista de la columna “Alerta Ciudadana” en el periódico Por Esto!. Actualmente Coordinadora del Departamento de Innovación y Calidad del Hospital General Dr. Agustín O’Horan, turno vespertino, como capacitadora y supervisora de Calidad en la atención hospitalaria y en la aplicación de las Normas Oficiales en salud y es Presidenta Fundadora de Kairóz Asesores en Salud AC. (Asociación que desarrolla estrategias de planeación y coordinación operativa en acciones de prevención y protección, en favor de los Derechos Humanos, especialmente para los y las niñas, Adolescente y Mujeres, en Prevención de la Violencia).