Principios de la educación para la paz presentes en Nuestra América

En la región latinoamericana la educación para la paz trasciende la escuela e incluye a la comunidad, no se conforma con promover la convivencia pacífica en el aula, sino que promueve la transformación hacia una sociedad más justa a través de la formación de hombres críticos, íntegros, participativos. Lamentablemente esto está más presente en las ideas y obras de los libertadores, filósofos y pedagogos latinoamericanos, que en la práctica de la mayoría de los maestros de la región.

Al respecto Frei Betto escribe:

Vivimos en un mundo desequilibrado por la desigualdad social, la devastación ambiental, la discriminación étnica y racial. Un mundo hegemonizado o, si se quiere, globocolonizado, por la preponderancia del capital, la idolatría del mercado, la hipnosis colectiva inducida por medios de comunicación que no se interesan en formar ciudadanos, sino consumistas. Un mundo que carece de sueños, de idealismo, de valores centrados en la subjetividad, de utopías libertarias. Esa carencia le abre amplios espacios a la dependencia química, esto es, a la proliferación del consumo de drogas, como si el corazón humano, desprovisto de sentido, de alma, clamara en vano por un alimento capaz de saciarlo y, a falta de él, recurriera a la fuga intrascendente de la realidad (Betto, 2013).

La educación para la paz es un proceso que se ha ido consolidando desde el siglo XX como una acción para evitar la guerra y prevenir una nueva catástrofe nuclear y según Górnez Arévalo, (2014) no surge directamente de la ciencia pedagógica, sino de la necesidad de la sociedad de erradicar la violencia en todas sus manifestaciones.

Lo expuesto en el párrafo anterior da sentido al interés de realizar un análisis de contenido del ensayo “Nuestra América” (1891) de José Martí, porque en él Martí describe con precisión características muy importantes del sentir y actuar de los americanos originales, mencionando propuestas para fortalecer nuestra identidad. Se coincide con Muñoz Gaviria, 2015, quien citando a Mejía y Waid, (2004); y a Muñoz y Hurtado, (2015) menciona a Simón Rodríguez y José Martí como iniciadores de una tradición pedagógica latinoamericana en el siglo XIX.

Desde el inicio del ensayo Martí expresa su vocación pacifista, pero no habla de la paz impuesta por quien domina y explota, sino de la paz con dignidad, prefiriendo que se gane en la trinchera de las ideas y no en otras trincheras, por eso habla de despertar:

Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el cielo, que van por el aire dormido engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra (José Martí).

Para Martí es importante conocer para gobernar bien, porque al conocer al pueblo que se gobierna, se le está respetando su historia y cultura; se está contribuyendo a la consolidación de su identidad. Un pueblo que conoce y siente orgullo por su historia y su cultura, es un pueblo feliz.

Conocer es resolver. Conocer el país, y gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo de librarlo de tiranías. La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los incas a acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos. Injértese en nuestras Repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras Repúblicas (José Martí).

Entendernos con el otro: sin mencionar la palabra diálogo, al reflexionar sobre la razón, Martí pone en claro, que no se trata del dominio de uno y el sometimiento del otro, sino de entendernos, de tal forma que se considere en la convivencia producto del ejercicio del poder “la razón de todos en las cosas de todos”, concluyendo que como consecuencia de la independencia no es suficiente el cambio de formas, sino que debe alcanzarse el cambio de espíritu.

El continente descoyuntado durante tres siglos por un mando que negaba el derecho del hombre al ejercicio de su razón, entró, desatendiendo o desoyendo a los ignorantes que lo habían ayudado a redimirse, en un gobierno que tenía por base la razón; la razón de todos en las cosas de todos, y no la razón universitaria de uno sobre la razón campestre de otros. El problema de la independencia no era el cambio de formas, sino el cambio de espíritu (José Martí).

Al lograr el cambio de espíritu se debe entonces valorar lo propio, no imponer modelos de gobierno y culturas que gozan o han gozado de reconocimiento en otras latitudes; se debe apreciar el pensamiento original y poseer la capacidad de crear.

Cuando aparece en Cojímar un problema, no van a buscar la solución a Danzig. Las levitas son todavía de Francia, pero el pensamiento empieza a ser de América. Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa y la levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación. El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino! (José Martí).

Ese cambio de espíritu y la capacidad de crear han de lograrse con base en los valores, en la ética; el hombre en constante formación puede y debe ser mejor. Los ciudadanos deben entonces estar pendientes y ser capaces de juzgar, el desempeño de sus líderes.

Se ha de tener fe en lo mejor del hombre y desconfiar de lo peor de él. Hay que dar ocasión a lo mejor para que se revele y prevalezca sobre lo peor. Si no, lo peor prevalece. Los pueblos han de tener una picota para quien les azuza a odios inútiles; y otra para quien no les dice a tiempo la verdad (José Martí).

Prevalece en el texto martiano la idea de servir, las cualidades del hombre sabio, del hombre bueno deben ponerse al servicio del bien común porque en palabras de Martí “Pensar es servir” y “El mundo es equilibrio, y hay que poner en paz a tiempo las dos pesas de la balanza”.

A manera de cierre cito de nuevo a Frei Betto, quien al reflexionar sobre el pensamiento martiano expresa perfectamente la coincidencia del pensamiento martiano con los principios de la educación para la paz. Esto es una interpretación personal, pero creo no estar equivocado, leamos y cada lector emita su propia conclusión: 

Para Martí el equilibrio del mundo dependía también de nuestro equilibrio personal, de la coherencia entre el pensamiento y la acción, entre los principios y la práctica. En ese sentido, uno de los grandes desafíos para todos los que soñamos con una sociedad de hombres y mujeres nuevos, libres del egoísmo tan exacerbado por el capitalismo, es la construcción y la incorporación de una ética sedimentada en la razón, enraizada en la subjetividad y evidenciada en nuestra capacidad de vivir las virtudes como hábitos, en especial el amor: el compartir los bienes de la Tierra y los frutos del trabajo humano (Betto, 2013).

La filosofía martiana es referencia imprescindible para entender al hombre original de los pueblos americanos, su historia y su cultura; la vocación pedagógica del pensamiento de Martí es enorme, por esos sus textos han sido y seguiran siendo herramientas para la creación, valoración  y fortalecimiento de lo nuestro. Ya lo ha escrito Betto, 2013 “Ése es el horizonte capaz de instaurar, en el mundo y en cada uno de nosotros, el equilibrio, la ecuanimidad, la esplendorosa aventura espiritual de vivir a plenitud nuestra condición humana”

Referencias

Betto, F. (2013). José Martí y el equilibrio del mundo desde la ética. Cuadernos Americanos, 11-19.

Górnez Arévalo, A. P. (2014). Del presente al futuro: de la educación para la paz la pedagogía para la paz. Ra Ximhai, 257-289

Martí, J. (1891). Nuestra América.

Muñoz Gaviria, D. A. (08 de 11 de 2015). La pedagogía de la paz en el contexto de las pedagogías críticas. Obtenido de dialnet.unirioja.es: dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5909328.pdf

José Antonio Hernández Alejos
Doctor en Desarrollo Regional con especialización en Planificación Educativa por el Colegio de Tlaxcala A. C., integrante del Colegio de Profesores de Educación Básica de Yucatán A. C. y de Normalismo Rural A. C. Ha participado en diversos foros internacionales como ponente. Actualmente es director de la Escuela Secundaria Federalizada Cuauhtémoc C.C.T. 31DES2003U de Pustunich, Ticul, Yucatán.