Cuando el alumno está listo, el maestro desaparece...
Anónimo
Durante el proceso formativo como arquitectos en la Universidad, tenemos a manera de maestro muchas oportunidades y medios, partimos a veces de encrucijadas e incongruencias sociales, pero el eje rector es persistentemente la emoción de crear y construir; aprender haciendo.
A diferencia de muchas otras disciplinas y profesiones, la arquitectura genera un campo de posibilidades en la incubación de ideas y desarrollo de la creatividad, nos conduce por caminos sinuosos de varias áreas, desde las matemáticas puras como parte del raciocinio lógico, pasando por el dibujo, la pintura y la fotografía como lo artístico, la formación constructiva, técnica y tecnológica, el segmento histórico y teórico hasta la cuota social y humanista.

Cuando nos hablan de arquitectura, no sólo aprendemos a través de las impresionantes obras que moldean nuestro entorno, sino con las frases, consejos, reflexiones y visiones de los autores de tales obras, estas lecciones son las que nos permiten entender y valorar el trabajo arquitectónico de seguir creando, pero también continuar pensando y estudiando.
Para presentar este planteamiento desde una perspectiva diferente, se partirá de tres ideas que caracteriza a este “maestro de la arquitectura” (considerándolo como nuestro ente formativo personificando todo el conocimiento necesario requerido en un arquitecto), en el proceso de nuestra formación académica y profesional; la enseñanza, los libros y la experiencia.

La enseñanza
El factor humano es en este punto el principal impulso para la generación del conocimiento; los docentes, maestros o arquitectos que han participado en el acto de la enseñanza generan en el alumno un recuerdo intrínseco de sus conocimientos, habilidades y puntos de vista subjetivos, quedando señalados con ciertas cualidades y defectos como parte de todo este proceso; a veces creativo, a veces cerrado y otras tantas obsoleto.
El alumno desde su ingreso debe habituarse a ver los estudios como escalones indispensables para alcanzar la cima, que es la obra ejecutada y viva; cada ejercicio, cada asignatura, incluso las que están aparentemente desconectadas con el anhelo de creación artística, debe verse como eslabón, que al integrarse con las otras desemboca en la arquitectura viva (Villagrán; 1986).
Quizá al plantear cambios en la enseñanza de la arquitectura, éstos se deberían de generar en el Cómo, y no en el Qué, y al respecto podemos proponer diversas maneras de enseñar el mismo contenido, tratando de generar siempre una motivación hacia la arquitectura, ya que muchos contenidos son indispensables para ejercer la disciplina, y omitirlos en la formación generaría un déficit en la profesión del arquitecto. Si logramos mejorar el Cómo se enseña la arquitectura, el Qué se ensaña y los contenidos serían mucho más asimilables y emocionales.

Los libros
Una manera importante de adquirir conocimientos es a través de los libros; a grandes maestros de la arquitectura los hemos conocido a través de sus obras literarias, sus exposiciones en libros, revistas y, actualmente en el internet con las aulas virtuales, exposiciones y bibliotecas en línea.
De alguna manera los conocimientos que un arquitecto debe adquirir, no solo en la cuestión meramente disciplinar como dibujo, cálculo, diseño, etc., que se exponen en las universidades, sino al complementar el conocimiento general de cuestiones culturales, sociales, avances y desarrollo humano, que forman parte del contexto de vida inmediato del arquitecto en lo local y lo global. Esto se encuentra en los libros, y a pesar de que actualmente consideran que la información en internet es suficiente, gran cantidad de esta no corresponde al nivel de conocimiento requerido para un profesional y experto de una determinada disciplina.
Para ser arquitecto tienes que ser dos cosas: optimista y curioso
Norman Foster
Siempre será reconfortante entrar a una biblioteca y encontrar el dato o los conocimientos investigando en algún libro muy específico, leer y aprender de los libros también fomenta la imaginación, la apropiación de conceptos y sus significados, la relación de las palabras y sus contextos, las formas y sus diseños.

La experiencia
La arquitectura es parte de la vida diaria, nuestro habitar se desarrolla en espacios privados y públicos, algunos diseñados y otros eventuales creados por el azar y la cultura. De todos estos espacios que habitamos nos vamos impregnando de lo que nos parece agradable, lo que nos es confortable, pero también de lo que nos hace sentir incómodos y algunas otras emociones nada amables.
Esta vivencia es una conmoción afectiva y sensible que debe provocar en el arquitecto una excitación a su fantasía, hacia la creación. La arquitectura es mucho más que el mundo físico, es la relación con lo emocional, con lo espiritual – humano, que traduce lo pensando, lo imaginado, lo soñado y lo convierte en un hecho físico, en una obra viva.
Un porcentaje importante en la formación del arquitecto radica en vivir, en tener las experiencias físicas de los espacios, de percibir cada elemento, detalle, luz y sombra, viento, texturas y olores, la acústica, la isóptica, la háptica, la lumínica. Recorrer los espacios, sentir los ambientes y el paseo arquitectónico. Tanto de las obras como de las ciudades y los paisajes que contextualizan cada edificación.
La función de la arquitectura debe resolver el problema material sin olvidarse de las necesidades espirituales del hombre.
Luis Barragán
Según Villagrán; 1986 : “En nuestro tiempo el arquitecto sigue necesitando conocimientos y educacion de sus facultades naturales de artista: requiere ilustración y adiestramiento de sus talentos. Para penetrar en el conocimiento de los problemas de su pueblo y estar en condiciones de resolver aquellos que le competen como arquitecto, le es indispensable incorporarse totalmente a la cultura de su tiempo y lugar, pertenecer a ella y vivirla, De aquí que la preparación del arquitecto sea de dos tipos: una la que se refiere a lo específicamente arquitectura y otra general, ambas sin permanecer estáticas frente al progreso y desarrollo de la humanidad”.

Y para lograr esta formación de manera completa Villagrán (1986), plantean tres vertientes:
1.- El conocimiento de los problemas arquitectónicos de la humanidad, esto exige preparación humanística y social; el arquitecto debe experimentar lo continuo en la vida de su colectividad; no es suficiente solo desear y querer; es indispensable poder hacer y saber.
2.- El dominio de la materia mecánica que trabaja y maneja el arquitecto, referente a la ciencia aplicada a los fenómenos físicos que echa mano en sus construcciones y otra en la organización y administración de los trabajos necesarios para llevar a cabo, por manos de otros esas construcciones.
3.- La emotividad del arquitecto como artista plástico, la expresión, el ejercicio del dibujo, modelado y plasmar en formas espaciales y abstractas en la expresión artística. Generar un carácter del edificio respecto a su contexto social y cultural, local y natural.
“La meta del arquitecto y del estudiante no puede ser en ningún caso la obra representada; sino la obra viva, habitada y ambientada, observable y gozable con el punto de vista móvil y la luz cambiante.
José Villagrán
Como arquitectos nunca dejamos de aprender, siempre aspiramos a ser el “maestro de la arquitectura” que pueda tener todas las respuestas a las necesidades espaciales, funcionales y formales del proyecto que en ese momento nos incumbe; anhelamos entender todas las cuestiones humanas que envuelven las ideas que pretendemos desarrollar, contextualizar, idear, construir, teorizar, y a veces en algún punto del ego también a ser reconocidos como propositivos, novedosos y revolucionarios de conceptos.
En todo el proceso de aprendizaje debemos tener claro que una cosa es pensar y aprender a pensar, y otra es hacer y aprender a hacer, para el arquitecto serán requeridas ambas.
Referencias
Villagrán García J. (1986) Teoría de la arquitectura; cuadernos de arquitectura y conservación del patrimonio artístico. INBA. México.
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