Las juventudes en tiempos de Covid-19

También son jóvenes los que se alistan para aportar sus saberes o su experticia profesional a las personas que se han contagiado.

Los y las jóvenes constituyen un sector de la población caracterizado por su dinamismo, emprendimiento, fortaleza y salud, momento donde “se quiere alcanzar la luna con las manos”. Es una etapa que se recuerda, aunque se haya vivido un centenar de años, a la que se vuelve como “los mejores años de la vida”, “la época de mejor figura física”, hasta constituye un halago a una persona adulta de más de seis décadas, que le digan “te ves muy juvenil” o “estás como en tus mejores tiempos de la universidad”. En fin, que decir juventud es pensar en épocas de mucha salud, energías, en diversión, y en no tener preocupaciones.

Realmente la juventud se vive con intensidad y pasión, pero también es un período de la vida de formación, preparación, de corregir algunas dificultades del cuerpo, como visuales o odontológicas… sí los llamados “aparatos dentales”. No sólo se corrigen dificultades físicas, sino se va conformando la cosmovisión del mundo hasta consolidarla. Esta configuración personológica será una guía en la cotidianidad, se perfila la personalidad y se forja el carácter, entonces también se recuerda como ese tránsito complejo hacia la adultez, para algunos más difícil que para otros. Por eso se habla de juventudes en plural porque cada persona la vive y transita desde una perspectiva diferente.

Hoy el mundo vive tiempos donde una crisis sanitaria engloba a casi toda la humanidad; ante la Covid-19, reconocida como pandemia, se develan las desigualdades de los diferentes sistemas de salud y se experimentan sentimientos de incertidumbre, pues se inició con mucha fuerza, provocando la muerte de miles de personas de diversas latitudes.

La alarma de la República Popular China alertó al mundo y las entidades de salud y científicas comenzaron a explorar, a indagar, a entregarse por entero a develar lo que está ocurriendo; unos con más experiencia, otros con menos, pero todas y todos los que fueron convocados para salvar vidas, allí estuvieron, al menos así ha sido en Cuba.

Muchos, sobre todo en países donde la asistencia sanitaria no es sólida, se contagiaron por no saber, porque no se conocían las características del virus, porque fue algo nuevo para la humanidad, la cual tuvo que enfrentarse a algo desconocido y letal.

La respuesta no se hizo esperar: médicos, enfermeras e investigadores de diversas especialidades y latitudes comenzaron a trabajar intensamente hasta encontrar y socializar conocimientos y hallazgos, resultando una experiencia increíble y sin precedentes.

En esos colectivos de personas batallando por salvar al mundo de esta pesadilla, están los y las jóvenes. También son jóvenes los que se alistan para aportar sus saberes o su experticia profesional a las personas que se han contagiado.

En países como Cuba las juventudes forman parte de los equipos médicos, de enfermería, de investigación, de transportación de muestras, de vigilancia de la disciplina social, de los que se ocupan de la higiene de las ciudades, en fin, participan en las acciones que organiza el Estado para controlar la pandemia. Son esos jóvenes alegres, con familia constituida o por constituir, inquietos, activos, también los más y los menos aplicados, todos y todas se encuentran contribuyendo a la disminución de la pandemia, incluso, a los que les corresponde quedarse en casa.

Una gran parte de los que están en casa, como es el caso de los/as artistas, han decidido aportar su arte y envían a la televisión y otros medios su producción, por cierto, bien variada y de calidad, ellos/as encontraron la vía virtual para intercambiar y compartir su arte, otras como las/os psicólogos brindan orientación a la población, otros muestran cómo ocupar el tiempo haciendo manualidades, ejercicios físicos, entre otras propuestas.

Los impactos de la Covid-19 han llegado a todas las edades, sólo que los y las jóvenes por su naturaleza han estado en mejores condiciones de mostrar que constituyen una fuerza social muy valiosa que no siempre es reconocida por los adultos…

Las juventudes, al igual que otros grupos de edades, han aprovechado para compartir más con sus familias, para conocerse mejor y poner asunto a temas que por la premura de la vida no se conversan en esos espacios cotidianamente.

El aislamiento como estrategia de autocuidado y parte de un protocolo universal, ha convocado a los más inquietos a reinventarse, a ser más creativos, de manera que muchos han descubierto que pueden desarrollar nuevas habilidades que favorecen su crecimiento personal, otros encuentran en la lectura una manera de emplear el tiempo, o estudian, o cuidan a sus seres queridos con algún problema de salud, y los hay que aprovechan para desarrollar habilidades que no habían encontrado al no haber tenido el tiempo para ponerlas en práctica.

Los impactos de la Covid-19 han llegado a todas las edades, sólo que los y las jóvenes por su naturaleza han estado en mejores condiciones de mostrar que constituyen una fuerza social muy valiosa que no siempre es reconocida por los adultos; es cierto que durante una buena etapa de la vida están en formación, pero incluso en esos tiempos aportan y apoyan en disímiles procesos importantes.

La diversidad juvenil hace que no pocas veces se signifiquen aquellos comportamientos negativos, pues también hay jóvenes adictos a las tecnologías, a las drogas, otras que comienzan a tener hijos desde la adolescencia y ya en la juventud no logran prepararse para calificarse ni a alcanzar mejores puestos de trabajo, otros delinquen, pero esos siguen siendo minoría, con la que se trabaja para habilitarlos y que puedan seguir adelante, reorientar su camino y prosperar.

La actitud adulto centrista que ve en los jóvenes sólo un grupo en formación a los que hay que llevar de la mano hasta que se gradúen y más hasta que alcancenaños de experiencia, sólo pierde la oportunidad de incluir en sus equipos una fuerza humana capaz de aportar desde sus escenarios y perspectivas. Ellas y ellos claro que están en condiciones de tener voz, de hacer propuestas, de ofrecer soluciones y junto a los adultos, aportar a la sociedad como lo han hecho en estos tiempos duros, en los que se ha puesto a prueba la inteligencia humana y ellos han estado a la vanguardia y a la altura necesaria de estos tiempos.

Es Licenciada en Psicología, Master en Sexología, Doctora en Ciencias Psicológicas, Profesora Titular e Investigadora. Es autora de varios libros y numerosos artículos en revistas cubanas y algunas extranjeras. Es miembro de la Comisión de Grados Científicos de Salud Pública y de varias Asociaciones Científicas cubanas. Actualmente conduce una sección fija sobre orientación psicológica y sexológica de la Emisora Habana Radio, de la Oficina del Historiador de La Habana. Dirigió por muchos años el Centro de Estudios sobre la Juventud (CESJ), perteneciente a la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba, fue jefa del Departamento de investigación y Docencia del Centro Nacional de Educación Sexual CENESEX, donde se desempeña en la actualidad como especialista de esa institución, abanderada de la inclusión social en Cuba. Es miembro de varias Asociaciones Científicas (Psicología, Pediatría, SOCUMES y SOCUDEF). Ha recibido varios reconocimientos, entre ellos, la Orden “Carlos J. Finlay”, otorgada por el Consejo de Estado de la República de Cuba y Reconocimiento especial “Ángel Custodio Arce” otorgado por la Cátedra de Género, Salud y Educación Sexual de la Universidad de Ciencias Pedagógicas de la Habana.