Cósmica evanescente en este triste río, miseria que ríe entre la alborada de mis abismos primorosos, lloran los candores de mis azucenas. Entretejidos en ciruelas, sumisa reverencia, sigilosa carne de residentes presurosos. Ritmos de algarabías desdentada, vieja amanecida, atardecida, anochecida; venia en mis rigores, en tus prudentes palabras al Amor renuente de supremacía.
Dulces ritos en el clamor justo. En este virginal augurio entre mis brazos. Someten la mente del más débil a sus demonios, mentes de té de hierbas en tazas pintadas de prudencia. En la bruna gama de gardenias, génicos tesoros. Preñados adverbios en meriendas, resúmenes de espasmos pudientes. Lloran en el resguardo durante veinticuatro horas. Treinta días en los que vuela la lógica de trimestres, semestres, novenarios, quinceavos. Resientes en esta redención de bendición. Azalea, en, mis, abismos.
Tristeza de osadía.
Acérrima primigenia.
Del albor del sueño.
En renuente quimera.
Poderío y decoro.
Sirenia tristeza, lógica tempestad entre vilos y velos de fuero interno, fragilidad de miramientos.
Reina de Lóbregas Amapolas; Regente Leyenda; Prisión del Alma.
En la nariz de su sollozo de besos.
Mirador. Cósmico. Vibrante. Reina.
Frente del alba. Entre las níveas cosas. Persisten entre mis cejas.
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