La frontera y el deber

Fotografía: Ricardo López Hevia

El año 2020 fue un periodo de cierre de fronteras a nivel mundial. Todavía hoy, con el rebrote de la COVID-19 haciendo estragos lamentables en casi todo el planeta, varias regiones mantienen las medidas restrictivas de acceso a sus territorios.

La irrupción del nuevo coronavirus en la vida cotidiana obligó a la mayoría de las naciones a aplicar fórmulas para frenar la expansión de esta enfermedad, aun incontrolable, mientras algunas de las vacunas ya obtenidas comienzan a probar hasta dónde puede llegar su efectividad.

Entre las medidas más extendidas estuvo, sin dudas, la prohibición adoptada en la mayoría de los países y en todos los continentes, al impedir la entrada de viajeros e, incluso, de connacionales que estuvieran en lugares donde era más crítica la situación con el virus.

Uno de los episodios más conmovedores resultó, sin dudas, lo acontecido con el crucero inglés MS Braemar, de la línea Fred Olsen, el cual, con un pequeño número de viajeros afectados por el nuevo coronavirus, deambuló varias jornadas por aguas del Caribe y el Atlántico, en la búsqueda de alguna mano salvadora que les facilitara su repatriación por vía aérea.

La embarcación estuvo navegando, sin rumbo seguro, días y días, ante la imposibilidad de atracar en algún puerto que permitiera la atención de pasajeros enfermos con la COVID-19.

Las fronteras, muchas, o casi todas a las que podían acceder, estaban cerradas, menos una. Cuba abrió sus brazos y quienes sin esperanzas imploraban ser recibidos, encontraron el camino de la salvación en el pequeño archipiélago. Aun con el país cerrado, la solidaridad cubana superó los lógicos temores de una situación en extremo tensa y para felicidad de pasajeros y familiares, La Habana resultó el escalón intermedio antes del regreso definitivo a casa de los cientos de turistas que, espantados ante la inminente tragedia, volteaban sus cabezas hacia todos lados y no encontraban el cuerpo humano y protector que les salvara la vida.

Aquel cartel con el Te quiero Cuba que emergió en las primeras horas de aquella mañana inolvidable, ponía de manifiesto que ni en las circunstancias más complejas la mayor isla de las Antillas olvidaba uno de los principios más enarbolados en los últimos 60 años: la solidaridad.

Estaba, por encima de todo, el deber, ese que ha llevado a cientos de médicos cubanos a cruzar las fronteras de más de 50 países en medio de la pandemia para ayudar en el enfrentamiento a la terrible enfermedad, para cuidar y aprehender, para cumplir con lo que les enseñan desde que comienzan a estudiar una carrera de largo aliento.

Brigadas del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias Henry Reeve han estado presentes en 40 países desde el comienzo de la pandemia y actualmente 38 se encuentran activas con un total de 2 544 colaboradores, de acuerdo con los reportes más recientes de las autoridades del Ministerio de Salud Pública de la Isla.

En estos meses, los profesionales de esta fuerza médica han atendido a 1 090 799 personas en América Latina y el Caribe, Europa, África y Asia.

¡Cuántas vidas salvadas! ¡Cuánta felicidad repartida! Es incalculable.

Estados Unidos y su viejo ya expresidente, intentaron torpedear estos gestos altruistas. No se cansaron de difundir, a través de sus controlados conglomerados mediáticos, que esos galenos «son esclavos» del gobierno cubano.

Sin embargo, ha podido más la fuerza de la razón y el ejemplo, que las burdas campañas manipuladoras de la verdad, que haciéndole el juego sucio a quienes pretenden acabar con el proceso revolucionario, intentan desacreditar un gesto de altruismo pocas veces visto en la era moderna.

Hoy, el contingente Henry Reeve continúa recibiendo nominaciones para el Premio Nobel de la Paz. Gobiernos, organizaciones, intelectuales de renombre, comunidades y gente sencilla de pueblo no olvida. Cuando la muerte se acerca y llega un ángel salvador para espantarla, las ideologías se apartan, se salva lo más importante, la vida humana.

A pocos días de que expirara el primer mes del 2021, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador informó que había contraído la COVID-19. Las autoridades cubanas, inmediatamente, enviaron su mensaje solidario al mandatario.

Recordaron que Cuba ha enviado varias brigadas al vecino país, con más de 500 profesionales de la Salud para ayudar a combatir la pandemia de la COVID-19 en esa nación.

Están ayudando en la meta que nos hemos propuesto de salvar vidas, ha dicho López Obrador y las autoridades cubanas volvieron a asegurar estar a disposición de ese pueblo solidario para ayudar.

Por último, unos datos que nos ayuden a entender que las fronteras físicas jamás podrán impedir llegar a otros confines. Cuba acaba de anunciar que producirá durante el actual 2021, un total de 100 millones de dosis de una de sus vacunas contra la COVID-19:  la Soberana 02, desarrollada por científicos del Instituto Finlay.

La población cubana será vacunada durante ese periodo, pero el objetivo no sólo es satisfacer la necesidad del país; también de otras naciones interesadas en el inyectable, manifestó el líder el proyecto, el doctor Vicente Vérez, director de la institución.

Hasta el momento, dijo el experto, se comenzará con Soberana 02 y ya existen países como Vietnam, Irán, Venezuela, Pakistán y la India dispuestos a adquirirla. La estrategia de Cuba de comercializar la vacuna tiene una combinación de humanidad y de impacto en la salud mundial. No somos una multinacional donde el objetivo financiero es la razón número uno, nuestro fin es crear más salud, aclaró Vérez, dejando la puerta abierta para que se comprenda que todos necesitamos de todos en medio de las calamidades que nos pretenden exterminar.

El Instituto Finlay de Vacunas desarrolló también el candidato Soberana 01, actualmente en fase I, y que pasará en febrero a las II-III.

Cuba cuenta, además, con otras dos propuestas contra la COVID-19, elaboradas en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología: Abdala y Mambisa. Este último se aplicará de forma nasal.

Otras fronteras a traspasar, nuevamente, en bien de la vida.

Pelayo Terry Cuervo es Licenciado en Periodismo y Máster en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de La Habana. Fue Corresponsal de Guerra en Etiopía entre 1988 y 1989. Reportero y Corresponsal Jefe en La Habana de la Agencia de Información Nacional (actualmente Agencia Cubana de Noticias), subdirector del semanario Tribuna de La Habana (1997-2000), subdirector del diario Juventud Rebelde (2000-2009), Director de Juventud Rebelde (2009-2013) y Director del diario Granma (2013-2017). Actualmente es editor del sitio web Cubaperiodistas, de la Unión de Periodistas de Cuba. Ha sido conferencista y tribunal de tesis en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana y presidente y miembro de varios jurados de la UPEC, entre ellos el Nacional de Periodismo José Martí, por la obra de la vida, el Juan Gualberto Gómez, por la obra del año, y el Premio Nacional de Periodismo 26 de Julio, del cual ha sido presidente en los dos últimos años. Fue premiado en varios concursos periodísticos en Cuba y consultor en temas de Periodismo y Comunicación. Fue colaborador de los diarios Por Esto! (diciembre 2017-junio 2020) en el tratamiento del tema Cuba, tanto en reportes informativos como en artículos de Opinión.