Si bien es aislamiento prolongado pero necesario, me permitió hacer muchas más cosas que requirieron de una disciplina personal, de autocontrol y perseverancia, tuve momentos de incertidumbre, desesperanzas e inercia, que por suerte fueron pocos, pues los compromisos sobre todo con mis “acompañadas”, mis adultas mayores de las que yo también soy parte, me sacaron lo mejor de mi para compartirlo con ellas y con mi familia.

Para los fanáticos de los cómics (o de la película), recordarán la icónica frase de Rorschach en Watchmen de Alan Moore: “No estoy encerrado con ustedes. Ustedes están encerrados conmigo”. Así es como me he sentido durante este encierro, atrapado conmigo mismo en un espacio que se presentó como nuevo ante mí.

Existen distintas formas de encierro: forzado, por elección o por seguridad y no tiene que ser corporalmente experimentado. Podemos estar físicamente caminando por las calles, presos o privados de la libertad física, libres. Existe una sola libertad.

La vida que estamos cuidando, los afortunados que podemos estar “en casa”, es un recuento de estupendas enseñanzas, para quienes la han sabido aprovechar y los que necesariamente han dejado el “encierro”, lo han hecho como forma de lograr mejores condiciones de vida para ellos y para todos.

En los días previos a su entrada al convento, conoció a Pedro, un joven bastardo de un importante personaje novohispano que era aspirante a fraile Agustino. Aciago día para ambos, ya que aun cuando fueron escasas las horas que hablaron, ambos quedaron prendados el uno del otro.